Había bajado al garaje me disponía a arrancar el coche para irme a casa cuando apareció él..., ataviado de verano, vestido Elegante y piel morena, traslúcida.
Le hice luces a modo de saludo y se acercó a la ventanilla, inclinándose para hablar conmigo y ofreciéndome el delicioso aroma que desprendia.
Retomamos el hilo de la conversación de hacía unos días, en la que ambos nos habíamos reconocido el tiempo que hacía que no "jugábamos" en el coche con nuestras respectivas parejas, y el morbo que nos proporcionaba el temor a ser descubiertos...
En mitad de la conversación confesé
- Sabes? Mi coche todavía es virgen...
A lo que él respondió con la más incitadora de las miradas
- El mío también lo es... y está más apartado...
Sin mediar palabra salí del coche, mientras él se daba la vuelta y echaba andar en dirección a su coche. Mientras buscaba las llaves en su bolsillo, le tomé por la cintura y empecé a besarle suavemente, mientras él se dejaba hacer. El beso ganaba intensidad... nuestras lenguas empezaron a jugar, mientras le apretaba contra el coche y él complaciente me dejó sentir su miembro erguido.
Continuábamos besándonos cuando se apagaron las luces del garaje y nos quedamos en la semipenumbra de las luces de emergencia. Mis manos recorrían su cuerpo sobre la ropa... Nuestras lenguas danzaban, nuestros labios se fundían... Conseguí bajarle la cremallera y empecé a tocar su miembro, primero sobre el boxer, rígido y duro.
Mi otra mano acariciaba su trasero bajo su ropa interior deslizándose de vez en cuando hacia su miembro, me embestía con la ropa puesta... los dos habíamos enloquecido de deseo..., los gemidos y las agitadas respiraciones eran el único sonido perceptible.
De pronto se encendieron las luces del garaje, oímos como se abría la puerta del ascensor, y nos ocultamos tras el coche. El se había soltado enseguida de mí y se había girado para poder ver y esconderse mejor. Vimos como una de las vecinas se dirigía a su coche, pero mi excitación no admitía espera alguna... le tomé por la cintura y empecé a lamer y mordisquear el lóbulo de la oreja, a besar su nuca, mientrar introducía mi mano por el pecho acariciando y pellizcando sus pezones ... El se había cortado un poco e intentaba detenerme sujetándome las manos.
A todo esto la vecina ya había arrancado su coche y marchaba. Me levantó la falda, se agachó y comenzó a besar mis nalgas, a mordisquearlas dulcemente, al tiempo que masajeaba mi sexo sobre las braguitas. Entreabrí las piernas ofreciéndole más espacio... en una muda invitación. Me bajó las braguitas y admiró el contraste de mis blanquísimas nalgas con sus morenas piernas, le volví a besar y el se inclinó hacia mí, permitiéndole escuchar mis gemidos... por un instante dejó de oírme respirar, me puse totalmente rígida... apretando sus dedos y su lengua en mi interior... derramándome en sus labios.
Pasaron unos segundos exquisitos en los que no osaba moverme por miedo a romper el encanto. Me relajé y recuperé el aliento, y al tiempo que me daba la vuelta le dije
- Hay que darse prisa debo irme .
Le tiré del pelo obligándole a levantarse y le besé intensamente, compartiendo con él, el sabor del orgasmo, con la otra mano desabrochó mi vestido atropelladamente, alcanzó mi sexo y deslizó su mano sobre el, en una estremecedora caricia.
“Penétrame”, le ordené ..., no hizo falta que lo repitiera, me tomó por los muslos, apoyándome contra el coche, y esta lentamente fue apretando su miembro sobre mi sexo hasta ensartarla totalmente, mientras mis soberbias piernas abrazaban su cintura, apretándome más a el . Los besos ahogaban los gemidos y empezamos un sensual, agitado, casi violento vaivén que nos llevó a ambos al orgasmo simultáneo en cuestión de segundos.
Se derramó en mi interior mientras nos mirábamos a los ojos y nos besábamos tierna y apasionadamente. Estabamos totalmente empapados en sudor, las respiraciones todavía entrecortadas y el sonido de nuestros fluidos mezclados cayendo al suelo se percibian perfectamente en el silencio del garage.
De pronto se rompió el hechizo, y volvimos al mundo real, volvió " el vecino” que a la vez que se soltaba, se arreglaba el cabello, y recogía del suelo las llaves, me dijo
- Siento tener que irme así, pero tengo que irme o llegaré tarde.
Entró en el coche y cuando ya estaba por irse, con una amplia sonrisa me advirtió
- La próxima vez serás tú quien se esté quieta.
... Miyu
Le hice luces a modo de saludo y se acercó a la ventanilla, inclinándose para hablar conmigo y ofreciéndome el delicioso aroma que desprendia.
Retomamos el hilo de la conversación de hacía unos días, en la que ambos nos habíamos reconocido el tiempo que hacía que no "jugábamos" en el coche con nuestras respectivas parejas, y el morbo que nos proporcionaba el temor a ser descubiertos...
En mitad de la conversación confesé
- Sabes? Mi coche todavía es virgen...
A lo que él respondió con la más incitadora de las miradas
- El mío también lo es... y está más apartado...
Sin mediar palabra salí del coche, mientras él se daba la vuelta y echaba andar en dirección a su coche. Mientras buscaba las llaves en su bolsillo, le tomé por la cintura y empecé a besarle suavemente, mientras él se dejaba hacer. El beso ganaba intensidad... nuestras lenguas empezaron a jugar, mientras le apretaba contra el coche y él complaciente me dejó sentir su miembro erguido.
Continuábamos besándonos cuando se apagaron las luces del garaje y nos quedamos en la semipenumbra de las luces de emergencia. Mis manos recorrían su cuerpo sobre la ropa... Nuestras lenguas danzaban, nuestros labios se fundían... Conseguí bajarle la cremallera y empecé a tocar su miembro, primero sobre el boxer, rígido y duro.
Mi otra mano acariciaba su trasero bajo su ropa interior deslizándose de vez en cuando hacia su miembro, me embestía con la ropa puesta... los dos habíamos enloquecido de deseo..., los gemidos y las agitadas respiraciones eran el único sonido perceptible.
De pronto se encendieron las luces del garaje, oímos como se abría la puerta del ascensor, y nos ocultamos tras el coche. El se había soltado enseguida de mí y se había girado para poder ver y esconderse mejor. Vimos como una de las vecinas se dirigía a su coche, pero mi excitación no admitía espera alguna... le tomé por la cintura y empecé a lamer y mordisquear el lóbulo de la oreja, a besar su nuca, mientrar introducía mi mano por el pecho acariciando y pellizcando sus pezones ... El se había cortado un poco e intentaba detenerme sujetándome las manos.
A todo esto la vecina ya había arrancado su coche y marchaba. Me levantó la falda, se agachó y comenzó a besar mis nalgas, a mordisquearlas dulcemente, al tiempo que masajeaba mi sexo sobre las braguitas. Entreabrí las piernas ofreciéndole más espacio... en una muda invitación. Me bajó las braguitas y admiró el contraste de mis blanquísimas nalgas con sus morenas piernas, le volví a besar y el se inclinó hacia mí, permitiéndole escuchar mis gemidos... por un instante dejó de oírme respirar, me puse totalmente rígida... apretando sus dedos y su lengua en mi interior... derramándome en sus labios.
Pasaron unos segundos exquisitos en los que no osaba moverme por miedo a romper el encanto. Me relajé y recuperé el aliento, y al tiempo que me daba la vuelta le dije
- Hay que darse prisa debo irme .
Le tiré del pelo obligándole a levantarse y le besé intensamente, compartiendo con él, el sabor del orgasmo, con la otra mano desabrochó mi vestido atropelladamente, alcanzó mi sexo y deslizó su mano sobre el, en una estremecedora caricia.
“Penétrame”, le ordené ..., no hizo falta que lo repitiera, me tomó por los muslos, apoyándome contra el coche, y esta lentamente fue apretando su miembro sobre mi sexo hasta ensartarla totalmente, mientras mis soberbias piernas abrazaban su cintura, apretándome más a el . Los besos ahogaban los gemidos y empezamos un sensual, agitado, casi violento vaivén que nos llevó a ambos al orgasmo simultáneo en cuestión de segundos.
Se derramó en mi interior mientras nos mirábamos a los ojos y nos besábamos tierna y apasionadamente. Estabamos totalmente empapados en sudor, las respiraciones todavía entrecortadas y el sonido de nuestros fluidos mezclados cayendo al suelo se percibian perfectamente en el silencio del garage.
De pronto se rompió el hechizo, y volvimos al mundo real, volvió " el vecino” que a la vez que se soltaba, se arreglaba el cabello, y recogía del suelo las llaves, me dijo
- Siento tener que irme así, pero tengo que irme o llegaré tarde.
Entró en el coche y cuando ya estaba por irse, con una amplia sonrisa me advirtió
- La próxima vez serás tú quien se esté quieta.
... Miyu
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